Nicolás Vázquez en revista Caras


“Con Gimena encontré el equilibrio y la felicidad”
Nico Vázquez, enamorado, en la isla de Caras

Se ríe de sí mismo cuando recuerda que, a los 13 años, le pidió a su mamá que lo llevara al médico intrigado por “si algún día iba a crecer y a dejar de ser un petizo picarón, para ser un picarón a secas” –dice-. Repite la carcajada al revivir el día que el director Carlos Sorín lo eligió, por su entusiasmo y entre 40 chicos, para encabezar la coreografía de un comercial de un famoso hipermercado, y él, a las 3:30 de la mañana, en un galpón vacío, se sintió Ricardo Darín. Y aunque hoy mida 1,84 m y haya protagonizado durante 2008 la exitosa “Casi Angeles”, una de las tiras más vistas del año, Nicolás Vázquez (31) no olvida aquellas historias mínimas que lo condujeron a componer su presente.

Es la primera vez después de dos años, desde su separación de Mercedes Funes, que el actor decide hablar delante de un grabador sobre aquella silenciosa y dolorosa ruptura matrimonial, amparado por su gran presente sentimental al lado de su compañera de elenco y novia desde hace un año y medio, Gimena Accardi (23).

“No sabés lo que es esta piba”, desliza él, en la Isla de CARAS, en un anticipo de sus confesiones, que hablarán desde sus comienzos en un casting con Mariano Martínez hasta de su deseo de tener un hijo con Gimena. “Ojalá se pueda dar…”, dice.


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—¿Se acuerda de su primer trabajo?
—Fue una publicidad de Fanta. Fue genial. Llegamos a “la final”, como llamaba yo a la última etapa del casting, un chico y yo. ¿Quién era el otro? Mariano Martínez. Año 1996. Con Mariano ya nos conocíamos porque nos cruzábamos en distintos castings. Y quedé yo.

—Le ganó a Mariano Martínez en la final. ¿Hubo rencor después de eso?
—¡No! Porque, además, teníamos una onda increíble. Mariano estaba haciendo algo en ese momento y me decía que ojalá quedara yo.

—¿Le creía?
—Sí. Después nos hicimos amigos, y al cabo de un año trabajamos juntos en una temporada de RRDT. Entré en la trama como amigo de él y hacía de mudo, porque no tenía mucha letra. Pero tuve el placer de laburar con Carlín Calvo, Diego Peretti, y Osvaldo Santoro, entre otros. Aprendí mucho. Además, estaba con jugadores de fútbol como Diego Tapia. Me volvía loco.

—¿Qué es lo que más destaca de esa experiencia?
—Carlín fue lo más grosso que me pasó ahí. Tenía 19 años. Me dijo desde el primer día que iba a llegar, que era un caradura como él. Y en ese momento yo no tenía ningún protagonismo. El tipo se arriesgó, y no se equivocó. Para que haya una noción del nivel de participación, hablaba Tapia, y yo ¡no! Cuando Tapia lea esto ¡se va a morir! (risas).

—¿Considera que es un hombre que se hizo a sí mismo?
—Totalmente. Estoy muy agradecido a la gente que confió en mí. Desde mi primer maestro de teatro, que me permitió entrar en un grupo de mayores de 16 años cuando tenía apenas 14. En ese momento, encima, era un enano. Ahora mido 1,84 m. Igual era un enano canchero. Y el profesor me dijo que tenía algo, pero lo único que me pedía es que no hiciera lío. Yo tenía compañeras de 16 y 17 que “explotaban”. Además, todas se cambiaban a mi lado. Es el día de hoy que él me pone como referente ante sus alumnos, y se me llenan los ojos de lágrimas. Y después, claro, mis viejos fueron muy importantes porque me apoyaron ciento por ciento y me dijeron que si me gustaba la actuación fuera a golpear puertas. Nunca existió el “tenés que estudiar otra cosa”. Yo me quise anotar en el CBC y me fui. Me anoté en Terapia Ocupacional, porque me gusta mucho la Psicología.

—Teniendo en cuenta su interés por la Psicología y, volviendo al tema de su estatura, ¿siente que su histrionismo venía a compensar su baja estatura?
—(Risas). Había que remar más, aunque ya estaban estos dos —señala sus ojos celestes—. Le pedía a mi mamá que me llevara al médico para ver si iba a crecer. El médico me decía que iba a ser el más alto, y así fue, en tercer o cuarto año pegué el estirón.

—¿Y cómo se vive el camino recorrido hasta el éxito actual?
—Uno nunca se olvida del camino recorrido porque llegué a tener 20 pesos en el bolsillo. Sé que es difícil la carrera y que todos los días se aprende algo. Pero también agradezco los golpes que me fui pegando. Me costó mucho llegar y una vez que llegué empecé a laburar seguido. No sé si decir que tuve mala suerte porque fue lo que me hizo crecer, por ejemplo, que me levantaran dos programas y quedar repentinamente si laburo. Había planificado ir a vivir solo y no sabía qué hacer. Entonces cuando te toca un momento como el que estoy pasando hoy, que es muy bueno, ser protagonista de la tira que más miran los jóvenes y triunfar en teatro, uno logra un equilibrio. Porque al que le cuesta un poquito más y va subiendo escalón por escalón siempre le va a llevar ventaja al que subió de una. Porque el secreto de esta carrera es mantenerse, y eso lo hacés con sacrificio, respeto y mucha humildad. Considero que la tengo porque soy muy respetuoso de lo que hago y nunca me olvido de dónde vengo. Mucha gente que hoy quiere hacer una película conmigo, me cerraba la puerta.

—¿En algún momento pensó en bajar los brazos?
—Nunca. Creo mucho en “el de arriba” y sentía que me iba a tocar en el momento que tenía que ser. Hay que tener perseverancia y respeto. Sin embargo, soy de los que cree que se nace, no que uno se hace. Pero si no nacés y hacés, te banco a muerte. Porque habla de respeto y perseverancia. Porque te pasa que laburás con gente que no nace y no hace, y tiene un lugar.

—Con el fin de su participación en “Casi Angeles”, ¿a qué se dedicará este nuevo año?
—Tengo un proyecto para filmar una comedia con Gael García Bernal y, además, otro proyecto personal de sit-com que quiero protagonizar con Gimena. Espero se pueda dar.

—En su casa tiene una colección de más de 30 rosarios, ¿es creyente o es sólo una cuestión de moda?
—Soy creyente. No soy de ir a misa ni leer la Biblia, pero siempre digo que tengo conversaciones con Dios. Hablo con Él como hablo con cualquiera. Creo en la Virgen y en los ángeles. Simplemente creo, y me ayuda mucho.

—¿Le tiene miedo al fracaso?
—Una sola vez dije esa palabra, y me retaron. Me dijeron que nunca más dijera “fracaso” porque, en ese momento, el tema en cuestión no era un fracaso. Como también aprendí que el “no” nunca tiene que ir delante de una frase. Hoy por hoy no existe el “no” en mi vida. En lugar de decir, “no sé si puedo” , digo, “veré si puedo” . El “no” anula y predispone a que no pase. Lo comprobé y es así. Y volviendo “al de arriba” me han pasado cosas, algunas de público conocimiento, que uno logra atravesar gracias a que está acompañado por un Ser superior.

—¿Entre esas “cosas”, está su separación de Mercedes Funes?
—Sí. La exposición de mi separación fue lógica porque si tuve la exposición que tuve cuando me casé, no puedo pretender menos cuando me separo. Me casé y la prensa me invitó, como personaje público, a entregar fotos de la fiesta. Eso lo entendí, por tratarse de un momento de felicidad. No sé si me equivoqué en hacerlo porque era parte del juego. Cuando me separé, me di cuenta de que no estaba preparado para reaccionar ante una circunstancia así porque ni siquiera me reconocía en mis actitudes. Siempre mi exposición era un Nico divertido. Pero uno aprende y hoy reaccionaría de otra manera. El sentimiento y la angustia serían los mismos porque la pasé muy mal.

—¿Cómo lo vivió en la intimidad?
—Estuve muy mal porque no me gustó que todos conocieran mi intimidad más profunda, sobre todo, por mi familia. Fue fuerte.

—¿Qué sentía cuando lo encasillaban en el papel de victimario?
—Me tocó ser señalado y me lo banqué. Fue duro porque sé quién soy y la gente que me conoce también. Fue difícil. Pero hoy di vuelta la página, es un tema terminado. Lo viví como un aprendizaje de la vida, y como algo que me tenía que tocar. Fue para seguir aprendiendo. Fue un momento muy triste y hoy, en cambio, estoy en una etapa de mucha felicidad. Y apenas han pasado sólo dos años.

—¿Hubo un duelo entre ambas relaciones?
—Seguro. De hecho uno de los temas por los que más me molesté fue que se decía que había superpuesto relaciones, cuando en realidad estaba separado desde hacía muchísimo tiempo. Se llegó a decir que había reconocido que había sido infiel, y es una locura porque no lo fui. Yo lo sé y la otra persona también lo sabe.

—¿Y cómo está hoy con Gimena?
—Estoy feliz. No hay una fórmula para explicarlo. Hoy mi vida es pura dicha. Y en lo que respecta a mi relación con ella, la felicidad se trata de mirarnos, conectarnos y entendernos. Le agradezco todos los días lo que aprendo de ella y el equilibrio que encontré a su lado. Es una persona que me brinda paz y felicidad. La respeto y admiro mucho. Es algo muy fuerte, si no fuera así no hubiese apostado todo, porque hice el duelo muy rápido. En seis meses me puse de novio, pero cerré todo como correspondía. Hice terapia, charlé, me encontré conmigo mismo y tuve mi espacio. Mis amigos fueron importantísimos. Mi familia, como en su momento compartió mi tristeza, hoy comparte mi felicidad. Y hoy me levanto como un nene y me voy a dormir como un nene.

—¿Qué le atrajo de ella?
—Ella simplemente es especial. Es algo mágico.

—¿Ya conviven?
—Sí, hace mucho tiempo. Fue todo charlado, pero muy tan rápido… La cabeza no le puede ganar a este —se señala el corazón—. Siempre digo que la vida se encarga de que todo se acomode y se dé para poder lograr tus sueños.

—¿Es el amor de su vida o no se anima a tanto?
—Me animo a mucho más.

—¿Tiene planes de ser padre?
—¿Qué hombre no quiere ser padre? Viste lo que soy, un payaso. No paro un segundo. Imaginate como padre... ojalá se pueda dar...



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